domingo, 15 de enero de 2017

MERCEDES SANDOVAL REVERTE










Una mañana de primavera en Pliego

El sol desgarra el velo de la niebla
y devuelve a los pinos poco a poco
el alma que la sombra les robara.
El aire se despierta y estremece
su verde cabellera derramando
el polen de sus flores como lluvia
que dora mis pestañas y mis hombros,
la rosa de mis labios sin aliento,
las huellas de mi pie sobre el camino.

A veces precisamos de la lluvia,
del fulgor de una flor en los balcones,
del arpegio de un ave navegante,
del abrazo que cierra las distancias
como apoyo sutil para el consuelo
que nos saque del miedo y las tinieblas.
Una lluvia que dore nuestras almas,
que mitigue el dolor de las heridas
con el fin de salvarnos la existencia.



Imagen: Ivan Fedorovich Choultsé, Ocaso, 1921.



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