A la entrada de un valle, en
un desierto,
do nadie atravesaba ni se
vía,
vi que con extrañeza un can
hacía
extremos de dolor con
desconcierto;
ahora suelta el llanto al
cielo abierto,
ora va rastreando por la
vía;
camina, vuelve, para y
todavía
quedaba desmayado como
muerto.
Y fue que se apartó de su
presencia
su amo, y no le hallaba, y
esto siente;
mirad hasta do llega el mal
de ausencia.
Me movió a compasión ver su
accidente;
díjele lastimado: «Ten
paciencia,
que yo alcanzo razón, y
estoy ausente».
Imagen: WilliamTurner, Dawn after the Wreck, hacia 1841.
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