El
ruiseñor
…Y yo sé de un gran bosque,
muy cercano
a un enorme castillo, cuyo
dueño
y gran señor no habita ya;
por ello
el bosque está cubierto de
malezas,
los senderos se quiebran, y
la hierba
y los botones de oro cubren
todo.
Mas nunca he visto en parte
alguna un sitio
como aquel bosque donde
vivan tantos
ruiseñores. Ya cerca, ya a
lo lejos,
en la maleza o en los
copudos árboles,
por todo se contestan y
provocan
unos a otros con alegres trinos,
murmullos musicales y
gorjeos
–y un piido suave cual
ninguno- ,
estremeciendo el aire con
tal gracia
que, si cierras los ojos, te
parece
que estás en pleno día. En
los arbustos
que la luna ilumina, entre
las flores
cubiertas de rocío y
entreabiertas,
podrás tal vez sobre los
tiernos tallos
ver sus ojos brillantes
(esos ojos
tan brillantes y abiertos),
centelleando
en tanto que, en la sombra,
las luciérnagas
encienden sus antorchas
amorosas.
Traducción de Ramón de
Sangenís.
Imagen: Hugh William, Alpine scene, hacia 1817.
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