Dichosa soledad, mudo
silencio,
secretos, pasos de dormidas
fuentes,
que por el verde prado sus
corrientes,
jamás, si van, o vienen
diferencio.
Vuestra quietud estimo, y
reverencio
con ojos, y deseos
diferentes;
pues ya, ni el ciego aplauso
de las gentes
con ambiciosa pluma
diligencio.
Desde la luz, que vide la
mañana,
los pasos cuento al
trabajado día,
hasta que pisa el sol la
espuma cana.
De cuanto fue mi engaño, y compañía;
de cuanto amé, con
ignorancia vana,
en vuestra soledad perdí la
mía.
Imagen: Emile Claus,
Capucines, 1901.
No hay comentarios:
Publicar un comentario