domingo, 11 de junio de 2017

MERCEDES SANDOVAL REVERTE










Expolio

Ha rechazado Dios mi hondo lamento.
He vuelto a enmudecer entre tinieblas.
He vuelto a las alcobas del silencio.
Lejos estuve. ¿Dónde
aquel ángel de luz que me llevaba
en amoroso vuelo tras los sueños?



Imagen: Vladimir Paroshin, El pasado, 2004.




miércoles, 7 de junio de 2017

BRATUMIL KOSTKA










No soy miope

A menudo la gente no ve más
allá de sus narices.
Lo solemos decir del miope
o del que anda algo corto
de entendederas.
Yo veo más allá de la nariz,
de la tuya, y veo
lo que ves cuando cierras los ojos.
No es una paradoja,
es, simplemente,
lo que sucede.
Lo que sucede
cuando cierras los ojos
y me haces una seña
desde muy lejos,
acaso desde más allá
de tu nariz.
Se ven unas colinas
y el mar al otro lado.
El aire sopla lento,
a intervalos, latiendo,
igual que el corazón de la rosa.
Y vibran las aletas
de tu nariz, apenas,
como las cuerdas
de esa guitarra
que solo el viento pulsa.
Esto sucede
mientras respiras
y se agita la hierba
de las colinas y del mar
al otro lado,
donde yo estoy
y desde donde miro
cómo fluye la sangre
y se derrama
desde tu
               corazón-manantial
                                              de la rosa.



Traducción de Alberto Dorado.



Imagen: Edward Frederick Brewtnall, Sleeping Beauty (detalle)



domingo, 4 de junio de 2017

MERCEDES SANDOVAL REVERTE










Por la noche

Una última marea arrastra
fantasmas y derrama voces,
las palabras que el viento teme
y que entre las paredes grises
del tiempo encierra vengativo.



Imagen: Edvard Munch, La tormenta, 1893.


viernes, 2 de junio de 2017

ÁNGEL GONZÁLEZ










Ayer

Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis,
qué divertido.
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!

La noche vino pronto y se encendieron
amarillos y cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y en aroma!

Por eso mismo,
porque es como os digo,
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.



Imagen: Niklaus Stoecklin, Au soldes des trois soeurs, 1930.