Aura mansa y templada de
Occidente,
que con el tierno soplo y
blando frío
halagas el ardor del pecho
mío,
¿qué espíritu te mueve
vehemente?
Ni Euro espira ni Austro
suena ardiente
en el furor más grave del
estío,
y tú abrasas el verde prado
y río
cual el suelo africano el
sol caliente.
Mas ¡ay! tú te encendiste en
mi Luz bella,
y enemiga del bien de mi
ventura,
abrasaste las ondas y las
flores.
Cesa aura, no me enciendas
más, que en ella
ardo siempre y me abraso en
llama pura;
¡ah! no añadas más fuego a
mis ardores.
Imagen: François Gérard,
Flora caressée par Zéphyr, 1802.
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