Ha llegado el otoño y todo
se desnuda
para vestirse luego con un
manto de escarcha.
La hierba que era verde,
pálida agoniza.
Los pájaros se fueron por
temor al frío;
solamente los cuervos se
resisten a la fuga.
Las nubes se convierten en
islas errantes
cada vez más pesadas, más
grandes, más grises.
La rápida corriente del río
se enturbia
tras la lluvia de anoche en
la montaña.
Un opaco quejido se oye a
ras del suelo…
Ayer era verano, hoy el sol
se extingue.
Todo cambia, ya nada está en
su sitio,
todo se desfigura, todo se
convierte
en un viejo decrépito de larga
barba blanca
que agarra su bastón para
sentirse alzado
sobre la tierra helada que
lo convoca.
Ahora me doy cuenta de que
nada es inmortal.
Ahora hasta los dioses temen
que el vendaval del tiempo
los arrastre.
Traducción de Ovidio Fierro.
Imagen: Caspar David
Friedrich, Hügel und Bruchacker bei Dresden, hacia 1824.
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