Me
voy a Islandia
Ayer llamé a la puerta de
los cielos
pues había quedado con Dios
Hijo
para tomar café tras la
comida
y poder conversar como otras
veces
de todo lo divino y de lo
humano.
Mas San Pedro me dijo
pesaroso:
“El Señor hoy no está y tal
vez no venga:
el martes decidió explorar
Islandia”,
y, poniendo semblante de
hombre culto,
por si no lo sabía, aclaró
luego:
“La Tule que llamaban los
antiguos”,
y prosiguió después con su
relato:
“Ya sabes que le gusta andar
sobre las aguas,
mas Iceland”, dijo así, en inglés, “se halla
lejos, y andar por esos
mares
fatiga: descender y subir
ola tras ola,
tanta espuma en los pies
cosquilleando,
tener que sortear los
temporales…
Menos mal que piratas ya no
quedan”.
Suspiró en tanto hacía una
cesura.
“Islandia le salió a
trasmano
cuando creaba el mundo y separaba
las aguas de debajo de los
cielos
de lo seco, es decir, de lo
que llamó tierra…
Pues tuvo la ocurrencia de
decirnos
que aún no conocía esas
regiones
y el martes emprendió esta
nueva andanza.”
Entonces acercó su boca
hasta mi oído
con el fin de contar su
confidencia:
“Nos hemos enterado que le
gusta
jugar con los volcanes y los
géiser.”
Traducción de Daniel Ortega.
Imagen: Frederik Theodor Kloss, Store Geysir på Island under eruptionen
i året 1834, 1835.
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