Carta desde el Caribe
Hoy he pensado en ti cuando
no estabas.
Y yo tampoco estaba, me
había ido
a esas islas que llaman
Vírgenes, no sé por qué,
donde el mar es el cielo, y
viceversa,
y el viento tiene aliento de
muchacha.
Acaso te preguntes qué hacía
en las islas:
estaba de visita,
simplemente,
bañándome en sus aguas sin
mojarme
(es una de las muchas
ventajas que se tienen
al viajar sin moverse de la
alcoba).
Allí no estabas. Fue
entonces
cuando llegó tu nombre en
una ráfaga
de brisa, igual que el eco
de una vieja canción,
de una conversación lejana,
de un recuerdo.
Fue como si estuvieras. Pude
acariciar tu mano y
abrazarte un poquito
antes de que te fueras. Aún
recuerdo
tu sonrisa, la luz en tus
ojos cuando llegaste
y tus pupilas húmedas al
despedirte.
“¿Por qué nos quiere un
perro? ¿Seré acaso
un perro que te quiere?”,
me preguntaste. “¿A dónde
voy cuando duermo”?,
dijiste luego. Fueron las
palabras
más hermosas que nunca
escuché en mi vida.
Mañana volveré a salir de
viaje.
Quiera Dios que volvamos a
encontrarnos.
Traducción de Alberto Russo.
Martin Johnson Heade, Study of an Orchid, 1872.
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