jueves, 21 de mayo de 2015

SALVATORE RACCIATTI










Carta desde el Caribe

Hoy he pensado en ti cuando no estabas.
Y yo tampoco estaba, me había ido
a esas islas que llaman Vírgenes, no sé por qué,
donde el mar es el cielo, y viceversa,
y el viento tiene aliento de muchacha.
Acaso te preguntes qué hacía en las islas:
estaba de visita, simplemente,
bañándome en sus aguas sin mojarme
(es una de las muchas ventajas que se tienen
al viajar sin moverse de la alcoba).

Allí no estabas. Fue entonces
cuando llegó tu nombre en una ráfaga
de brisa, igual que el eco de una vieja canción,
de una conversación lejana, de un recuerdo.
Fue como si estuvieras. Pude
acariciar tu mano y abrazarte un poquito
antes de que te fueras. Aún recuerdo
tu sonrisa, la luz en tus ojos cuando llegaste
y tus pupilas húmedas al despedirte.
“¿Por qué nos quiere un perro? ¿Seré acaso
un perro que te quiere?”,
me preguntaste. “¿A dónde voy cuando duermo”?,
dijiste luego. Fueron las palabras
más hermosas que nunca escuché en mi vida.

Mañana volveré a salir de viaje.
Quiera Dios que volvamos a encontrarnos.


Traducción de Alberto Russo.

Martin Johnson Heade, Study of an Orchid, 1872.

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