miércoles, 27 de mayo de 2015

BRATUMIL KOSTKA










Cuando estuve muerto

Perdí el certificado de hombre vivo
y nadie me miraba ni me hablaba
puesto que era invisible y podía pasearme
totalmente desnudo entre la gente
sin miedo a ser llevado a una mazmorra.
Y podía cantar a voz en grito
las canciones más tontas sin que alguno
pudiera molestarse, tirar de las orejas
a los niños, llamar imbécil al imbécil
y mirar con descaro a las mujeres.
¿Y qué más puede hacer un muerto entre los vivos?:
todo aquello que pueda imaginarse
con el fin de dejar en evidencia
las ridículas leyes de la vida.

Lo pasaba tan bien que en ocasiones
olvidaba mi nombre y olvidaba
por completo tu nombre y su sonido
no lograba salir de entre mis labios.
Luego me desbordaba la tristeza
al recordar que nunca más podría
ser tu abrigo en invierno ni tu sombra
en las tardes ardientes del verano.


Traducción de Alberto Dorado.

Imagen: James Ensor, La muerte y las máscaras, 1897.


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