miércoles, 20 de mayo de 2015

CECIL WENWORD










El oro de octubre

Este es el mes que más me gusta.
Nadie sabe el secreto de la fórmula
usada por octubre el alquimista
para trocar en oro cuanto roza.
Los árboles del soto se estremecen
y vibran los adornos de sus brazos.
Algún pájaro vuela todavía
y en el cielo una queja se prende de las nubes.
La luz se inclina, lame con sus dedos
la piel de nuestro asombro y acaricia
los dientes de león que aún sonríen
entre la hierba pálida del suelo.
Pronto vendrá la noche, pronto.
Y pronto llegará el alba y la luz nueva,
más débil, más doliente.

Una rueda que nunca cesa,
un remolino pertinaz que cambia todo,
un viento cada vez más frío,
un ir hacia adelante sin que puedas
volver la vista urgido por la prisa.
Pronto no quedará nadie,
se habrá acabado todo…
Pero antes de eso el oro de octubre
se quedará grabado para siempre
en el libro interior que leeremos
el día que nos toque iniciar nuestro viaje.
O cuando regresemos del exilio.


Traducción de Casimiro Ropero.

Imagen: William Turner, A mountain scene, Val d'Aosta, hacia 1845.




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