Una, dos, tres estrellas,
veinte, ciento,
mil, un millón, millares de
millares;
¡válgame Dios, que tienen
mis pesares
su retrato en el alto
firmamento!
Tú, Norte, siempre firme en
un asiento,
a mi fe será bien que te
compares;
tú, Bocina, con vueltas
circulares.
y todas a un nivel, con mi
tormento.
Las estrellas errantes son
mis dichas,
las siempre fijas son los
males míos,
los luceros los ojos que yo
adoro,
las nubes, en su efecto, mis
desdichas,
que lloviendo, crecer hacen
los ríos,
como yo con las lágrimas que
lloro.
Imagen: Charles Piazzi Smyth, The Great Comet of 1843.
No hay comentarios:
Publicar un comentario