Visitor to a Moonlit Churchyard. Un
cuadro de Philip James de Loutherbourg
Hasta aquí llega el fin del
mundo,
acaba todo en esta piedra
carcomida
con su inscripción borrosa.
Duerme aquí el caballero, la
esposa y el hijo
unidos para nunca por el
abrazo
cariñoso y leal de la
muerte.
Más allá de la piedra solo
la oscuridad, la nada.
Puedes acariciar la piedra:
no respira (tampoco los que
debajo duermen)
y no puede narrarte el
cuento de sus días,
las palabras dichas, el amor
profesado,
las lágrimas amargas ni el
ambicioso sueño.
El honor adquirido, la
cobardía,
la inanidad, son menos que
polvo ahora.
Las piedras tienen labios de
piedra,
no cantan, no aconsejan, nada
dicen,
se sienten orgullosas
de ser las puertas de la
nada.
Cuando alguien muere el
mundo acaba
sin que los cataclismos se
sucedan,
sin un apocalipsis terrible,
sin aquella ramera de
Babilonia
que la cabeza hará perder a
los tristes.
Nos afanamos por construir
un mundo
que se esfuma contigo luego.
Es preciso morir para darse
cuenta
de que cualquier esfuerzo ha
sido vano.
Estoy ante la piedra. He
llegado
al fin de mi camino.
Sólo debo gritar: ¡Ábrete
Sésamo!,
y la puerta de roca se
abrirá
para dejarme paso;
el lecho preparado con
sábanas limpias.
Sólo hay que reclinarse,
cerrar los ojos,
buscar la fórmula del sueño.
No se precisa nada más.
Recuerda que no debes hacer
el equipaje.
No lo precisarás si
resucitas.
Traducción de Valeriano
Pastore.
Imagen: Philip James de Loutherbourg, Visitor to a Moonlit Churchyard,
1790.
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