sábado, 2 de mayo de 2015

STUART LOUGHTY










No soy un poeta clásico

Hay días que quisiera ser un poeta clásico
y componer palabras que suenen como un gorjeo.
Cualquier poeta clásico tiene alas
de ruiseñor y escribe su verso en las mejillas
doradas y redondas de la luna.
Cuando un clásico escribe “árbol” sopla un aura
delicada  y sus hojas se mueven dejando
un reguero de luz como cuando tintinean
un millar de pequeñas campanillas de oro.
Y cuando tararea “agua” son de cristal las campanas
y su sonido es fresco y transparente.
Incluso cuando escribe “Infierno” el fuego
te quema las pestañas y las fosas nasales
se te llenan de olor a azufre.
Pero no puedo ser un poeta clásico
porque no tengo manos ni religión ni cabeza.
Voy por ahí descabezado,
con una calabaza sobre los hombros,
sin labios y sin luz, siempre a oscuras.
Solo puedo escribir cartas de pésame y recibos
de compraventa, y mis palabras no despiertan brisas
ni hacen sonar campanas ni huelen a azufre siquiera.
Son incoloras, inaudibles, inodoras,
tan invisibles como el sexo de los ángeles.


Traducción de Valeriano Pastore.

Imagen: Carl Spitzweg, Der arme Poet, 1839.


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