martes, 12 de mayo de 2015

ROSAMUND GROSSMANN










El cuento de Lázaro

Ayer llegué a morirme siete veces
y otras tantas estuve bajo tierra,
y eso que la mañana fue muy hermosa
pues en el cielo había otro cielo todavía
más brillante que el cielo que solemos.
Como decía, ayer estuve bajo tierra
escuchando la voz de la raíz y el topo,
palabras que un humano nunca
logrará comprender. No importa
porque de nada sirve el oído, ni la lengua,
y más si sabes que el gusano
que todos poseemos ha de devorarnos
hasta dejar los huesos mondos:
una reliquia de nada.
De todas formas ser un difunto
es cosa seria, aún más de lo que pensamos.
Pero es más serio el hecho de resucitar
porque no regresamos al primer día
sino al momento que dejamos de ser vivos,
mas con la sensación de venir de otro país,
de un alejado continente.
Y no recuerdas, pero sabes
que no había graneros ni montañas,
ni nogales ni rosas ni lamentos,
ni siquiera un pequeño yo
que llevarte a la boca.
Pero lo más extraordinario de todo esto
es que cuando regresas no sientes asombro
alguno por la luz de la mañana
al deslumbrar tus ojos un momento.
Y si no te lo crees, pregúntale a Lázaro.


Traducción de Elisabeth Romero O’Connor.

Imagen: Rembrandt, La resurrección de Lázaro, 1630-31.


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