sábado, 16 de mayo de 2015

ISMENE MATAS










Leyendo a Gustavo Adolfo Bécquer

Cada ser es la rueda que conforma
la máquina que mueve el mundo, el tiempo,
la lluvia y la sequía, los colores
del cielo en el ocaso, los enigmas
que alfombran las veredas de la noche.

Y así la yerba seca de septiembre,
un lívido cadáver sin mortaja,
es la mano que alerta del invierno,
y la oveja que pasta entre el rastrojo
es la nube que llora en la tormenta.

El árbol que aparece allá a lo lejos,
inmóvil como mancha sobre un lienzo,
no es silencio ni es música, solo un árbol,
y el gato que dormita en el alféizar
es árbol que se mira en los cristales.

Ese hombre que camina con las manos
perdidas en los pliegues de su ropa
es la vocal de un grito al mediodía.
Noviembre es un insecto que se encierra
en la cámara oculta del misterio.

Aquel niño que vuelve de la escuela
agitando sus brazos en el aire
es la cima cubierta por la nieve,
y la mujer que charla más arriba
no es el ave que horada la mañana…

Yo soy la vieja flecha abandonada,
disparada al azar en otro tiempo,
con el astil pudriéndose en el limo.


Imagen: Joshua Reynolds, Colonel Acland and Lord Sydney, The Archers, 1769.





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