lunes, 4 de mayo de 2015

W. J. BARRYMORE










Noche oscura

La noche aguarda el paso de la luna.
En una noche oscura la llegada de la luna
es una epifanía milagrosa.
La luna se parece a esas chicas hermosas
que surgen poco a poco, mientras la música suena,
en la parte más alta del escenario
y descienden triunfales, llenas de luz
por la escalera deslumbrante.

Han desaparecido los árboles y el aire.
Atentamente escucho, como sucede en los sueños,
el galopar del tiempo, la queja de la tierra
y el discurso monótono del arroyo
oculto en un rincón de su paisaje.

En la noche, en su parte más oscura,
si decides zambullirte en su regazo
y dejarte llevar por sus corrientes,
siempre existe un momento en el que puedes
desasirte, salir de ti, enfrentarte
a lo que eres, limpiar el polvo que te cubre,
fundirte en su crisol para ser otro
nuevo bajo la luz que se avecina.

Ahora, todo cuanto la noche oculta,
lo que anda y lo que repta, lo que ama y lo que odia,
todo lo que vigila y lo que duerme
(incluso el murmurar del arroyo se ha detenido),
guarda un hondo silencio,
permanece expectante y mudo, aguardando
la llegada triunfal de esa muchacha
hermosa y rubia que es la luna.


Traducción de Casimiro Ropero.

Imagen: Caspar David Friedrich, dos hombres contemplando la luna 1819.


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