Noche
oscura
La noche aguarda el paso de
la luna.
En una noche oscura la
llegada de la luna
es una epifanía milagrosa.
La luna se parece a esas
chicas hermosas
que surgen poco a poco,
mientras la música suena,
en la parte más alta del
escenario
y descienden triunfales,
llenas de luz
por la escalera
deslumbrante.
Han desaparecido los árboles
y el aire.
Atentamente escucho, como
sucede en los sueños,
el galopar del tiempo, la
queja de la tierra
y el discurso monótono del
arroyo
oculto en un rincón de su
paisaje.
En la noche, en su parte más
oscura,
si decides zambullirte en su
regazo
y dejarte llevar por sus
corrientes,
siempre existe un momento en
el que puedes
desasirte, salir de ti,
enfrentarte
a lo que eres, limpiar el polvo
que te cubre,
fundirte en su crisol para
ser otro
nuevo bajo la luz que se
avecina.
Ahora, todo cuanto la noche
oculta,
lo que anda y lo que repta,
lo que ama y lo que odia,
todo lo que vigila y lo que
duerme
(incluso el murmurar del
arroyo se ha detenido),
guarda un hondo silencio,
permanece expectante y mudo,
aguardando
la llegada triunfal de esa
muchacha
hermosa y rubia que es la
luna.
Traducción de Casimiro
Ropero.
Imagen: Caspar David
Friedrich, dos hombres contemplando la luna 1819.
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