El
cuento del cementerio de la colina
Se puso el cementerio sobre
el cerro
para que no sintieran la
nostalgia
y para que tuvieran buenas
vistas.
Podrían ver sus casas
habitadas
por sus hijos, los hijos de
sus hijos
y por los hijos de los hijos
de sus hijos.
Mas vieron que talaban los
árboles
que plantaron en otro tiempo
y cómo sus hijos tan
queridos
dilapidaban la fortuna
acumulada
con esfuerzo a lo largo de
la vida.
Las tazas floreadas de la
abuela
acabaron, igual que sus
retratos,
en la basura…
¿Qué han hecho con mi
cómoda?
¿Dónde está mi sombrero, a
dónde
fue mi abrigo bordado? ¿Y
mis pañuelos,
y el reloj de mi padre, y
las cartas
de aquel que no volvió
nunca?
¿Y dónde está la luna que
cada noche
se asomaba a través de los
visillos…?
Hace un mes construyeron una
tapia.
Ya no querían contemplar la
vida.
Habían decidido que la
existencia
es muchísimo menos
interesante que la muerte.
Traducción de Elisabeth
Romero O’Connor.
Imagen: Jonathan Fisher,
Vista de Blue Hill Village por la mañana, 1824.
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