jueves, 9 de abril de 2015

ROSAMUND GROSSMANN










El cuento del cementerio de la colina

Se puso el cementerio sobre el cerro
para que no sintieran la nostalgia
y para que tuvieran buenas vistas.
Podrían ver sus casas habitadas
por sus hijos, los hijos de sus hijos
y por los hijos de los hijos de sus hijos.
Mas vieron que talaban los árboles
que plantaron en otro tiempo
y cómo sus hijos tan queridos
dilapidaban la fortuna acumulada
con esfuerzo a lo largo de la vida.
Las tazas floreadas de la abuela
acabaron, igual que sus retratos,
en la basura…
¿Qué han hecho con mi cómoda?
¿Dónde está mi sombrero, a dónde
fue mi abrigo bordado? ¿Y mis pañuelos,
y el reloj de mi padre, y las cartas
de aquel que no volvió nunca?
¿Y dónde está la luna que cada noche
se asomaba a través de los visillos…?

Hace un mes construyeron una tapia.
Ya no querían contemplar la vida.
Habían decidido que la existencia
es muchísimo menos interesante que la muerte.


Traducción de Elisabeth Romero O’Connor.

Imagen: Jonathan Fisher, Vista de Blue Hill Village por la mañana, 1824.


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