Breve
encuentro
Iba hacia la farmacia cuando
me encontré a mi padre.
Ya no estaba tan pálido como
en el lecho de muerte.
“¿Has vuelto?”, pregunté.
“No, solo estoy de visita.
Ahora tengo que coger el
autobús”. “¿Y tus manos?”
Alzó el brazo y mostró el
vacío
allí donde debía haber cinco
dedos.
“No me hacen falta. Un padre
no tiene manos si no acarician”.
Después vino la lluvia y se
fue con ella hacia
la estación de autobuses.
“¿Dónde vas?”, grité.
“A ese instante anterior a
que nos separásemos;
me fui sin despedirme”,
me respondió su voz entre el
diluvio.
Entonces arrojé la receta al
suelo
y decidí volver sobre mis
pasos.
Ya no necesitaba las
medicinas pues supe
que no podrían devolverme
jamás la infancia.
Traducción de Estanislao
Górriz.
Imagen: Edward Hopper, Drug Store, 1927.
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