viernes, 17 de abril de 2015

RANGNVALD NYBORG










Breve encuentro

Iba hacia la farmacia cuando me encontré a mi padre.
Ya no estaba tan pálido como en el lecho de muerte.
“¿Has vuelto?”, pregunté. “No, solo estoy de visita.
Ahora tengo que coger el autobús”. “¿Y tus manos?”
Alzó el brazo y mostró el vacío
allí donde debía haber cinco dedos.
“No me hacen falta. Un padre no tiene manos si no acarician”.
Después vino la lluvia y se fue con ella hacia
la estación de autobuses. “¿Dónde vas?”, grité.
“A ese instante anterior a que nos separásemos;
me fui sin despedirme”,
me respondió su voz entre el diluvio.
Entonces arrojé la receta al suelo
y decidí volver sobre mis pasos.
Ya no necesitaba las medicinas pues supe
que no podrían devolverme jamás la infancia.


Traducción de Estanislao Górriz.

Imagen: Edward Hopper, Drug Store, 1927.



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