lunes, 27 de abril de 2015

DARIO POPESCU










Escribo esta carta aunque sé que no obtendré respuesta alguna

Mi muy querida amiga:
Anoche se cayó el cielo: tejas
rotas, ramas quebradas, coches abollados,
algunos transeúntes con lesiones graves,
un perro callejero moribundo
y miles de cristales por el suelo
rebosantes de estrellas planetas y nubes.
Anoche se cayó el cielo. Desamparada
se quedó Bucarest sin un espejo
en el que contemplarse por la tarde,
sin que pueda peinarse su ondulada
y rubia cabellera, sin que pueda
empolvarse su rostro adormilado.
Y ahora, ¿qué podemos hacer sin ese cielo
que nos muestre las noches y los días,
que nos haga soñar con otros mundos
perdidos más allá de las estrellas?
¿Y después de la muerte, dónde iremos?
Y lejos, donde quiera que te encuentres,
¿hay nubes, brilla el sol, cae la lluvia,
titilan las estrellas?
No puedes figurarte cuánto frío;
un aire que no cesa nos azota…
Anoche, cuando te marchaste,
nos quedamos sin cielo,
también sin certidumbre, sin respuestas.


Traducción de Daniel Ortega. 

Imagen: René Magritte, La clef des champs, 1936.



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