Escribo esta carta aunque sé que no obtendré respuesta alguna
Mi muy querida amiga:
Anoche se cayó el cielo:
tejas
rotas, ramas quebradas,
coches abollados,
algunos transeúntes con
lesiones graves,
un perro callejero moribundo
y miles de cristales por el
suelo
rebosantes de estrellas
planetas y nubes.
Anoche se cayó el cielo.
Desamparada
se quedó Bucarest sin un
espejo
en el que contemplarse por
la tarde,
sin que pueda peinarse su
ondulada
y rubia cabellera, sin que
pueda
empolvarse su rostro
adormilado.
Y ahora, ¿qué podemos hacer
sin ese cielo
que nos muestre las noches y
los días,
que nos haga soñar con otros
mundos
perdidos más allá de las
estrellas?
¿Y después de la muerte,
dónde iremos?
Y lejos, donde quiera que te
encuentres,
¿hay nubes, brilla el sol,
cae la lluvia,
titilan las estrellas?
No puedes figurarte cuánto
frío;
un aire que no cesa nos
azota…
Anoche, cuando te marchaste,
nos quedamos sin cielo,
también sin certidumbre, sin
respuestas.
Traducción de Daniel Ortega.
Imagen: René Magritte, La clef
des champs, 1936.
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