miércoles, 17 de junio de 2015

W. J. BARRYMORE










Cuando abrimos el libro por la página
donde escribe la noche, siempre hallamos
un luna redonda y luminosa
que rueda muy despacio por el cielo
negro. Tal vez alguna estrella, un punto
pequeño y blanco se dibuje en el margen.
Nunca hay nubes que anuncien la tormenta.
Siempre reina el silencio, tanto
que se puede escuchar en la distancia
el sordo roce de la rueda con las losas
oscuras de la negra travesía.
Y un poco más abajo, en la parte inferior,
descubriréis la mancha oscura
de una arboleda, allí
donde la negra tez del cielo
se aclara un poco. Ahí estoy yo, invisible,
examinando el movimiento lento de la luna.
“La noche es un relato del que nacen
relatos más pequeños que repiten
la voz inagotable de la canción del mundo.
Tú y yo”, me dice, “somos
los únicos lectores de este libro
que todavía nadie ha escrito.”


Traducción de Casimiro Ropero.

Imagen: Caspar David Friedrich, Uttewalder Grund, circa 1825.


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