lunes, 22 de junio de 2015

ROSAMUND GROSSMANN










El cuento del desahucio

Se muerde una manzana y sobreviene
un desastre tremendo, trágico, ominoso:
el día se oscurece y las centellas
el aire carbonizan con su flama;
llueve agua, fuego y las palabras
terribles escupidas
por la boca de un Dios malhumorado.
Por eso, con cuidado y con ternura,
despojo a la manzana
del manto que la cubre,
de su pompa real y de su gloria,
la parto en pedacitos y mastico
lentamente, con suavidad, con cariño
pidiéndole perdón mientras trituro
en pos de la dulzura que atesora.
No quiero que me expulse de mi casa
el ángel iracundo que sostiene
en la diestra una espada llameante
y una orden de desahucio en la siniestra.
Y vivir en la calle para siempre.
No quiero andar perdida en noche fría.
                              

Traducción de Elisabeth Romero O’Connor.

Imagen: Cornelis van Poelenburch, De verdrijving uit het paradijs, entre 1646 y 1667.


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