El
cuento del desahucio
Se muerde una manzana y
sobreviene
un desastre tremendo,
trágico, ominoso:
el día se oscurece y las
centellas
el aire carbonizan con su
flama;
llueve agua, fuego y las
palabras
terribles escupidas
por la boca de un Dios
malhumorado.
Por eso, con cuidado y con
ternura,
despojo a la manzana
del manto que la cubre,
de su pompa real y de su
gloria,
la parto en pedacitos y
mastico
lentamente, con suavidad,
con cariño
pidiéndole perdón mientras
trituro
en pos de la dulzura que
atesora.
No quiero que me expulse de
mi casa
el ángel iracundo que
sostiene
en la diestra una espada
llameante
y una orden de desahucio en
la siniestra.
Y vivir en la calle para
siempre.
No quiero andar perdida en
noche fría.
Traducción de Elisabeth
Romero O’Connor.
Imagen: Cornelis van
Poelenburch, De verdrijving uit het paradijs, entre 1646 y 1667.
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