Ruiseñor amoroso, cuyo llanto
no hay roble que no deje
enternecido,
¡oh, si tu voz cantase mi
gemido!,
¡oh, si gimiera mi dolor tu
canto!
Esperar mi desvelo osara
tanto,
que mereciese por lo bien
sentido
ser escuchado, cuando no
creído,
de la que es de mi amor
hermoso encanto;
¡qué mal empleas tu raudal
sonoro
cantando al alba y a las
flores bellas!
Canta tú, oh ruiseñor, lo
que yo lloro.
Acomoda en tu pico mis
querellas;
que si las dices a quien
tierno adoro,
con tu voz llegarás a las
estrellas.
Imagen: Ruiseñor, detalle de
una pintura mural de Pompeya, S. I.
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