Despreciando
la fortuna
Dichoso aquél a quien la
amarga muerte
no tronca el tiempo de sus
dulces años,
y aquel que no alimenta
desengaños
con el cebo engañoso de la
suerte.
Dichoso -si hay alguno-
aquél que advierte
su riesgo al resplandor de
los extraños,
y aquel que, mariposa a los
engaños,
entre las llamas el ardor
advierte.
Dichoso el que con vuelo
reposado
a la cumbre se acerca
fatigable
de la alta ruina a que el
honor aspira,
y mucho más aquél que,
retirado
vive de la fortuna
incontrastable,
limando con su paz su cruel
ira.
Imagen: Carl Gustav Carus,
Pilger im Felsental, 1820.
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