Encarézcalo
este soneto a una hermosura que murió de repente
Todo un reloj ocupa su
destreza
en avisarte, Antandra
presumida,
ser tu beldad eternidad
mentida
que de humana te estorba la
certeza.
Mas no logra el aviso su
fineza,
que su eficacia, en parte
resistida,
pudo desengañar toda una
vida
y persuadir no pudo una
belleza.
Lo infalible parece que
suspendes,
pues un reloj la vida te
profana,
y en las horas prosigues de
tu engaño.
De ti misma el ejemplo
desatiendes,
y hermosa yaces: que en la
edad de vana
a un tiempo es inútil
desengaño.
Imagen: Jan van Kessel el
Viejo, Vanitas, 1665-70.
No hay comentarios:
Publicar un comentario