Hablándole
a la pena
Ah, Pena, no debería
tratarte
como a un perro sin dueño
que viene hasta mi puerta
por un mendrugo, o un hueso
pelado.
Debería confiar en ti.
Debería convencerte
de que entres en mi casa y
darte
tu propio rincón,
una alfombra raída donde
echarte,
tu propio plato de agua.
Crees que no sé que has
estado viviendo
bajo mi portal.
Anhelas que tu lugar
definitivo esté listo
antes que llegue el
invierno. Necesitas
tu nombre,
tu collar y medalla.
Necesitas tener
el derecho de espantar a los
intrusos,
para considerar tuya
a mi casa
y a mí tu persona
y a ti misma
mi perro.
Versión de Sandra Toro.
Imagen: John Sharman, At the End
of the Porch, 1918.
No hay comentarios:
Publicar un comentario