¡Oh muerte!, di, ¿qué
esperas de llevarme
de mundo tan perverso y
desdichado,
sin fe y sin lealtad, tan
acabado
en todo el mal que no puede
acabarme?
No tengo amigos con que
consolarme,
porque el intento de ellos
va doblado;
y así se dobla el mal y el
triste hado
con encubrirlo sin poder
quejarme.
La buena orden toda ya
descrece,
y todo cuanto es bueno se
desama,
las buenas horas malas veo
se mudan;
respeto no se tiene a quien
merece,
ni se tiene respeto a quien
bien ama,
ni amigos se respetan ni se
ayudan.
Imagen: Rembrandt, Jeremías
lamenta la destrucción de Jerusalén, 1630.
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