Dice
cómo se engendra amor, hablando como filósofo
Espíritus sanguíneos
vaporosos
suben del corazón a la
cabeza,
y saliendo a los ojos su
pureza,
pasan a los que miran
amorosos.
El corazón opuesto los
fogosos
rayos sintiendo en la sutil
belleza,
como de ajena son
naturaleza,
inquiétase en ardores
congojosos.
Esos puros espíritus que
envía
tu corazón al mío, por
extraños
me inquietan, como cosa que
no es mía.
Mira, Juana, qué amor, mira
qué engaños,
pues hablo en natural
filosofía
a quien me escucha jabonando
paños.
Imagen: José Jiménez Aranda,
Disputa de lavanderas, 1871.
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