Velada
de estío
Con mano distraída, corté un
tallo
de perejil y soplé hacia la
luna:
no pensé que llegaran los
espíritus
con inciertas pisadas, al
compás de mi música.
Eché a andar y me hinqué de
rodillas, y como
para beber, hundí la mano en
el arroyo,
y una vaga figura pareció
que se erguía
junto a mí, con la triste
mirada de los muertos.
Murmuré rudos versos, como
el azar quería,
sin pensar lo que fueran mis
palabras:
y una voz, al oído,
contestóme
con un verso más dulce.
Traducción de Mariá Manent.
Imagen: Eilif Peterssen,
Noche de verano, 1886.
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