Finge
dentro de sí un infierno, cuyas penas procura mitigar, como Orfeo, con la
música de su canto, pero sin provecho
A todas partes que me vuelvo
veo
las amenazas de la llama
ardiente,
y en cualquier lugar tengo
presente
tormento esquivo y burlador
deseo.
La vida es mi prisión, y no
lo creo;
y al son del hierro, que
perpetuamente
pesado arrastro, y humedezco
ausente,
dentro en mí propio pruebo a
ser Orfeo.
Hay en mi corazón furias y
penas;
en él es el amor fuego y
tirano,
y yo padezco en mí la culpa
mía.
¡Oh dueño sin piedad, que
tal ordenas,
pues, del castigo de enemiga
mano,
no es precio ni rescate la armonía.
Imagen: Alexandre Seon,
Lamentation d'Orphee, 1896.
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