El
maizal por la tarde (IV)
Esta pequeña parte
del mundo que contemplo
está ahí, siempre igual cada
día
pero siempre distinta,
cambiando de manera
que la palabra pronunciada
se torna vieja en el segundo
de nacer, muerta, tan vacía
como el pecho
de un esqueleto.
Y cuando estás en ella no
sientes
necesidad alguna de hablar
de ella,
de escribir o pensar.
Estás en ella y corres hacia
adelante
cambiando cuando cambia,
siendo la misma
y otra a la vez, y sabes
que estando allí da igual
ser o dejar de ser,
aun cuando mueras
y las raíces del maizal,
este tapiz esmeralda
que se alza hasta la luz
desde la sombra,
hurguen en las cuencas de
tus ojos
y liben los recuerdos del
paisaje
que con celo guardaste en otro
tiempo.
Traducción de Alejandra
Burguillos Rasero.
Imagen: Peder Severin Kroyer, Marie in Ravello, 1891.
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