Los
buenos días
¿Qué hicimos, a fe mía,
hasta el momento
de amarnos? ¿Hasta entonces
fuimos niños de pecho?
¿Sorbimos, como infantes,
placeres campesinos?
¿Roncamos en la cueva de los
Siete Durmientes?
Tal fue; mas fantasías
fueron esos deleites;
siempre que descubría una
hermosura
y yo la deseaba, ya te veía
en sueños.
Y ahora, buenos días a
nuestros corazones
despiertos, que no osan
contemplarse sin miedo;
pues Amor todo amor en las
miradas rige
y en una breve estancia sabe
encerrarlo todo.
Que los descubridores
visiten mundos nuevos;
que mundos sobre mundos a
otros muestre el mapa;
queramos solo un mundo: lo
tenemos, lo somos.
Mi rostro está en tus ojos y
en los míos el tuyo,
y fieles corazones en el
rostro descansan;
¿cuándo hallaremos dos
mejores hemisferios
sin el Norte glacial ni el
decaído ocaso?
Cuanto muere, no estaba
mezclado justamente;
si son nuestros amores uno
solo, si amamos
sin mengua, no hallaremos ya
la muerte.
Traducción de Mariá Manent.
Imagen: Gustave Courbet, Les
Amants dans la campagne, sentiments du jeune âge, 1844.
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