Amnesia
Me asomo al borde del papel
en donde escribo
y no veo otra cosa que
tinieblas.
Todo cuanto recuerdo del
recuerdo
son dos palabras: sábado y
verano.
En ellas no hay paisajes ni
vistas de interiores
con muebles confortables,
papel en las paredes
y un florero asomado al
deslumbrante
resplandor de la luna a
medianoche.
No hay fotos, no hay
palabras vertidas a escondidas
en las hojas de un diario
minucioso…
¿Qué serán sábado y verano?
¿Quién lo sabe?
Nubes no –pues las nubes son
solamente nubes-
ni flores de un manzano ni
la lluvia.
Pienso a veces que sábado y
verano
son dos perros que tuve siendo
un párvulo,
tal vez dos jubilados que rebuscan
en el tiempo recuerdos de
otro tiempo;
dos historias felices o
infelices
o dos viejas ciudades de la
Atlántida
ocultas bajo el fango del
ponto tenebroso.
¿Son sábado y verano dos
amigos
que se encuentran después de
muchos años?
¿Montañas que se esconden en
su altura?
¿Son islas donde arenas de
oro pálido
aguardan impacientes al que
vuelve?
A veces cojo el tren y allí
me marcho
con la esperanza de
encontrar la puerta abierta.
Traducción de Daniel Ortega.
Imagen: Peder Severin
Kroyer, Tarde de verano en la playa, 1893.
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