miércoles, 19 de agosto de 2015

KURT BROOKS










Prohibido el paso

Llevas no sabes ya cuánto tiempo
perdido, dando vueltas y más vueltas
por una carretera extraña.
Despotricas del mapa inservible
y de aquella canción en la radio
que te distrajo en algún punto del viaje.
El polvo que a tu paso levantas
borra lo recorrido cuando miras
por el retrovisor alarmado e inquieto.
El aire ardiente quema tu piel
y el sudor corre por tu espalda.
Ante ti una llanura eterna,
un infinito sol, ni una nube.
No se ve árbol ni casa alguna
y los minutos pasan con flema interminable.
A veces te entran ganas de detener el coche
pero no puedes, sabes que la llanura
debe tener un fin y que alguien te aguarda
en el lugar de tu destino.
Cuando la tarde acaba, cuando el miedo
se clava poco a poco en el pecho,
hiriendo la esperanza,
y reclama la ayuda de la angustia,
has llegado al final de la llanura
y el camino se interrumpe.
Una puerta herrumbrosa cierra
la posibilidad de cualquier viaje.
 Un rótulo, legible apenas, advierte:
Está prohibido el paso terminantemente
a todo aquel que esté difunto.


Traducción de José Cohen Domingo.

Imagen: Edward Hopper, Road in Maine, 1914.



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