Poesías
dedicadas
Si alguna vez me lees coge
unas tijeras
y recorta cualquiera de mis
poesías.
En la puerta del frigo
quedará genial
si el imán es bonito (por
ejemplo,
una torre famosa, la de Pisa
o el Big Ben).
También puedes llevártelo a
la iglesia
y allí leerlo mientras creen
que estás rezando,
pero procura que la risa no
asome a tus labios
cuando encuentres algún
disparate;
aunque puedes llorar, así pensarán todos
que te arrepientes de tu
vida pasada y presente
y te bendecirán satisfechos.
Y puedes, en el súper, hacer
como
que consultas la lista de la
compra.
Si te lo llevas al mar,
cuando te bañes,
puedes leérselo a los peces,
a las estrellas si es de
noche,
a la gente que aguarda el
autobús
o a tus padres el día que
los veas.
En fin, puedes hacer lo que
te dé la gana.
No se te olvide alguna vez
leerlo en voz alta;
sabré así que me escuchas
mientras hablo contigo.
Traducción de Daniel Ortega.
Imagen: Kuroda Seiki, Mujer
leyendo, hacia 1890.
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