El
presente del pasado
Reviso los papeles una y
otra vez,
viejas hojas, cuartillas
donde anoto palabras, versos
sin sentido
cuando vienen a mí de no sé
dónde
por si pudiera aprovecharlas
en el presente,
como ahora que estoy seca y
que requiero
una centella, solo un
fósforo
que provoque el incendio que
consume,
que llene este feroz vacío
interminable
que tanto me acongoja para
que mis versos se escriban
en las rocas
con letras de luz entre la
noche,
con palabras de sombra sobre
el cielo
invocando a la lluvia por la
tarde.
Y leo (la cuartilla está
pálida y enferma):
Alguna
vez tendré setenta años
y
estaré ante el umbral según se dice.
Llama
a mi puerta un viento frío…
¿Qué quería decir, qué
pretendía?
¿Tal vez manifestar temor
ante la muerte?
¿Deseo de que entonces me
encontrase?
¿Pergeñar la mentira de una
historia?
Tengo ahora setenta y tres años;
ante mí no hay umbral ni
puerta alguna,
solo este viejo cuarto como
siempre
y en él este escritorio
donde siempre
y un montón de cuartillas
esparcidas
donde suelo anotar esas
palabras
que llegan hasta mí de no sé
dónde
de vez en cuando.
Traducción de Alejandra
Burguillos Rasero.
Imagen: Gabriel von Max, La
mujer de blanco, 1900.
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