Determinarse y luego
arrepentirse,
empezar a atrever y
acobardarse,
arder el pecho y la palabra
helarse,
desengañarse y luego
persuadirse;
comenzar una cosa y
advertirse,
querer decir su pena y no
aclararse,
en medio del aliento
desmayarse,
y entre el temor y el miedo
consumirse;
en las resoluciones,
detenerse,
hallada la ocasión, no
aprovecharse,
y, perdida, de cólera
encenderse,
y sin saber por qué
desvanecerse:
efectos son de Amor, no hay
que espantarse,
que todo del Amor puede
creerse.
Imagen: René Magritte, Los
amantes, 1926.
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