Mi
vecino de enfrente
Mi vecino de enfrente en
Craiova
vende salchichas.
Ganó un dineral con esto y
se compró
el terreno donde construyó
su casa.
Casa costosa y poco
inspirada. Pero no es la casa
lo que ahora nos ocupa, sino
su patio, que riega sin parar.
Casi no lo conozco, nos
saludamos y ya está, pero
lo nombro en este poema pues
todo el santo día
él riega su pensil. Lo vi
de madrugada haciéndolo
también lo vi tarde, en la
noche. Incluso con la lluvia
no abandonaba su oficio,
tranquilo sujetaba la manguera y
regaba concienzudo el
verdegal, sin importarle el agua que le caía del cielo.
Estoy seguro de que él no
lee poesía. Por tanto
no le importa
que este poema haya crecido
a su alrededor
como la ermita en torno al
ermitaño,
no le importa
que yo le haya encerrado
para siempre en el poema
como una monedita de oro.
Eterno y absurdo, él riega
con tesón
su patio. Supongo que en la
infancia viviría en un sitio
chamuscado por la canícula.
Y también supongo que una noche
soñó que el paraíso era así,
un patio de Craiova que se
mantenía verde
a base de regarlo con la
manguera.
Y ahora se adentra con pasos
resonantes en ese sueño suyo
y vive imperturbable allí.
Traducción de Catalina
Iliescu Gheorghiu.
Imagen: John Philip Falter, Sunday
Gardening, 1961.
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