El
rey que teje
Para poder decir con la
palabra
lo que en este momento mi
alma siente
tendría que saber cuánto
voltean
las hojas arrastradas por el
viento,
el número de gotas de rocío
que destila la aurora entre
sus dedos,
cuántas veces las aves
aletean
cuando viajan al sur en el
otoño,
los días y las noches que mi
cuerpo
podría contener, pues en mi
pobre
huerto sin luz, sin orden y
sin aire,
sediento, brotan flores sin
aroma.
Si el ángel mensajero
apareciese
y por fin anunciara la
llegada
de un almo y nuevo adviento,
con su vuelo
la luz del sol, las nubes y
la lluvia,
traería la dulce primavera…
Por la noche la luna este
implacable
dolor que el corazón tenaz
cultiva
sanaría, y tumbada bajo un
árbol,
cantando entre la tierna y
fresca yerba,
a merced siempre el alma de
la brisa,
contemplaría el bello y
sosegado
rostro del Rey que teje.
Imagen: Homer Winslow, The new novel, 1877.
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