domingo, 1 de mayo de 2016

MERCEDES SANDOVAL REVERTE










Para mi madre

A veces, cuando llego hasta tu lado,
después de los saludos y los besos,
en lugar de charlar de cualquier cosa,
quisiera recordar aquellos días
cuando la fresca sombra de la higuera
del patio figuraba ser el mundo.
Allí estaban los ríos y las selvas,
las cimas elevadas de los montes,
el mar bravío, el campo de batalla,
los indios en las tierras del Oeste,
un pueblo pequeñito que era el pueblo
y la casa reflejo de tu casa:
las alcobas, el patio, la cocina:
el centro de tu imperio prodigioso,
donde yo, la princesa del hornillo,
imitaba los gestos de la reina.
¿Recuerdas aquel día en que Tarzán,
siguiendo a los malvados cazadores,
de una en otra rama sin descanso,
perdido el equilibrio fue al abismo…?
Ahora, en esta tarde de verano,
mientras la luz se extingue lentamente,
ayúdame a buscar esa recóndita
vereda que nos lleve de regreso
al tiempo aquel, al patio de mi infancia.
Quiero sentir tus dedos en mi herida,
su tibia suavidad su roce leve,
tus labios enjugando con ternura
el río de las lágrimas, tus manos
echando de mi frente la congoja.
Siéntame en tu regazo y en mi oído
deja dulces palabras de consuelo,
el verbo milagroso que restaña,
el sortilegio mágico e infalible.



Imagen:  Grant Wood, Dinner for Threshers (detalle), 1934.

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