Receta
Aderezo mi guiso con olvido
y una pizca de sal y de
pimienta;
la yerba de tu voz añado
luego
y un poco de tus ojos, casi
nada.
Mi corazón sin piel, bien
troceado,
unos gramos de azul
resplandeciente
de los días vividos sin
reproches
y el filo del puñal que me
clavaste.
Agrego poco a poco tus
mentiras
mezcladas con tus besos y con
vino
de modo que el aroma del
agravio
consiga de firmeza el punto
justo.
Después ha de cocer a frío
lento
–el hielo que dejaste tras
tu fuga-.
No se olvide mover de vez en
cuando
con la acerba cuchara de la
rabia
hasta lograr la exacta
consistencia
que el eficaz veneno
necesita.
Ha de tomarse luego
lentamente
regado con las lágrimas del
miedo.
Traducción de Santiago
Gómez.
Imagen: Luis Meléndez, Bodegón
con un trozo de salmón, un limón y tres vasijas, 1772.
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