La mañana está en calma, sin
rumores; en calma,
como para ofrecerse a un
dolor más tranquilo;
y tan sólo, chocando con las
hojas marchitas,
el fruto del castaño se
desliza hasta el suelo.
Calma y profunda paz en
estas altas lomas
y en gotas de rocío que
inundan las aliagas,
y en esas telarañas de
plata, que entre el oro
y el verde centellean.
Calma y tranquila paz en la
llanura vasta
que a lo lejos se tiende,
con boscajes de otoño,
y en las granjas pobladas y
en torres que se tornan
menudas y se mezclan con el
mar murmurante.
Calma y profunda paz en el
aire anchuroso,
en las hojas que torna
rojizas la otoñada,
y si en mi corazón hubiere
alguna calma,
será desesperanza tranquila,
solamente.
Calma sobre los mares y
plateado sueño
y correr de las ondas, que
van a su reposo;
y calma de la muerte en
aquel noble pecho,
que alienta, pero sólo con
las aguas profundas.
Traducción de Mariá Manent.
Imagen: Hans Thoma, Blick auf ein Taunustal,1890.