martes, 31 de mayo de 2016

ALFRED TENNYSON










La mañana está en calma, sin rumores; en calma,
como para ofrecerse a un dolor más tranquilo;
y tan sólo, chocando con las hojas marchitas,
el fruto del castaño se desliza hasta el suelo.

Calma y profunda paz en estas altas lomas
y en gotas de rocío que inundan las aliagas,
y en esas telarañas de plata, que entre el oro
y el verde centellean.

Calma y tranquila paz en la llanura vasta
que a lo lejos se tiende, con boscajes de otoño,
y en las granjas pobladas y en torres que se tornan
menudas y se mezclan con el mar murmurante.

Calma y profunda paz en el aire anchuroso,
en las hojas que torna rojizas la otoñada,
y si en mi corazón hubiere alguna calma,
será desesperanza tranquila, solamente.

Calma sobre los mares y plateado sueño
y correr de las ondas, que van a su reposo;
y calma de la muerte en aquel noble pecho,
que alienta, pero sólo con las aguas profundas.


Traducción de Mariá Manent.


Imagen: Hans Thoma, Blick auf ein Taunustal,1890.



lunes, 30 de mayo de 2016

AURELIO DALMAZZO










En una reunión de Poetas Anónimos

Hola. Me llamo Aurelio.
Y la sombra que a veces me acompaña
también se llama Aurelio.
Y aunque mi corazón no es de oro
responde por el nombre de Aurelio.
Se trata de un reloj corriente:
marca las horas una a una
y después una a una las olvida.
Me llamo Aurelio
porque mis padres deseaban
que fuese emperador, sabio y afable
y que, pasado un tiempo, se erigiera
una estatua de mí sobre un caballo
negro, blanco o zaíno.
El color daba igual con tal que fuese
un robusto y enorme corcel.
Era lo del caballo imprescindible,
aún más que lo de sabio
o lo de emperador,
pues cualquiera, decían, aunque sea
el más vulgar de los humanos,
sobre un caballo adquiere
una tremenda relevancia.
Lo del caballo me gustaba porque
podría pasear sobre su grupa
a las chicas asidas con vigor a mi cintura.
Confieso que no soy emperador ni sabio.
Confieso que no tengo caballo ni chicas
asidas con firmeza a mi talle.
Lo único que tengo son palabras
que saco a pasear por la pradera
y sobre ellas montado me dirijo
hacia el dorado sol poniente,
lo mismo que un vaquero del Far West,
mientras una canción lánguida
suena en el melancólico final de la historia.
Suelen compadecerse las muchachas
del hombre solitario que espolea
hacia los oros del ocaso su montura.
Su deseo es hacerle compañía,
atemperar su pena y darle su tesoro
más áureo que el nombre Aurelio.
Deseo confesaros que las chicas
me gustan mucho más que cualquier cosa,
que soy un mal poeta y que me encuentro
desamparado, solo y triste…
Ahora estoy aquí para pediros
las señas o el teléfono de alguna
que desee asirse a mi cintura
y cabalgar conmigo en la pradera
y contar las estrellas por la noche
tendidos en la hierba muelle y verde.
Luego la noche, cómplice y tan sabia
como el emperador Aurelio mismo
encubriría, estoy seguro,
los innúmeros besos y caricias,
y otras cosas que ahora no me atrevo
a relatar por eso del decoro,
tan encendidos que podrían
abrasar el mundo.



Traducción de Alberto Russo.


Imagen: William Herbert Dunton, October.



domingo, 29 de mayo de 2016

MERCEDES SANDOVAL REVERTE










Territorio

Igual que el asesino sigiloso
se adentra en la morada de su presa
donde encubierto aguarda su momento,
así lo prohibido y lo imposible
toman el corazón y allí se quedan
engastados cual gemas para siempre.
Entonces de la nada la luz surge
obrándose el milagro inexplicable
de concebir un mundo que, aun sin hálito,
posee más belleza y verdad tanta
que aquel que al corazón oprime y ciega.

Solo el dardo certero que derriba
conseguirá asolar mi oculto reino.



Imagen: Arthur Hacker, Imprisoned Spring, 1911.



sábado, 28 de mayo de 2016

YOSA BUSON










El día es breve.
El pino me pregunta:
“¿Cuánto nos queda?”



Traducción de Kohtaro Miyake Ledesma.

Imagen: Olof Thunman, Tallen.


miércoles, 25 de mayo de 2016

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER










LII

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!.

Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!.



Imagen: Ivan Aivazovsky, El adiós de Pushkin al Mar Negro, 1877.