El
cuento de Emily Dickinson
Cada mañana agita la brisa
la cortina.
Se abre entonces el día y
los árboles
de las aceras mueven sus
ramas.
Los murmullos invaden la
calle poco a poco
y va aumentando el
estrépito: coches que gruñen
y gente que habla a gritos.
Ahora se ha posado
en el alféizar un gorrión
que mira dentro.
Con sus pequeños saltos, su
nervioso
movimiento y los ojos
escrutando
la habitación, mi vida toda,
parece que me dice: ¡Soy yo!
¡Estoy aquí!
Igual como llegó se marcha,
de manera
inesperada: un breve rumor
que se pierde
en el aire templado de la
calle.
¿Quién eres?, le pregunto
mientras vuela.
No sabes dónde va ni dónde
vive,
qué dice el terciopelo de su
lengua…
Más un temblor de plumas,
una nota
que nunca se aprendió en un
pentagrama
pueden servir como alimento
para que se sustente el día.
Traducción de Elisabeth
Romero O’Connor.
Imagen: Adolph Menzel, Blick
aus einem Fenster in der de: Marienstrasse (Berlin), 1865.
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