domingo, 22 de noviembre de 2015

ROSAMUND GROSSMANN










El cuento de Emily Dickinson

Cada mañana agita la brisa la cortina.
Se abre entonces el día y los árboles
de las aceras mueven sus ramas.
Los murmullos invaden la calle poco a poco
y va aumentando el estrépito: coches que gruñen
y gente que habla a gritos. Ahora se ha posado
en el alféizar un gorrión que mira dentro.
Con sus pequeños saltos, su nervioso
movimiento y los ojos escrutando
la habitación, mi vida toda,
parece que me dice: ¡Soy yo! ¡Estoy aquí!
Igual como llegó se marcha, de manera
inesperada: un breve rumor que se pierde
en el aire templado de la calle.
¿Quién eres?, le pregunto mientras vuela.

No sabes dónde va ni dónde vive,
qué dice el terciopelo de su lengua…
Más un temblor de plumas, una nota
que nunca se aprendió en un pentagrama
pueden servir como alimento
para que se sustente el día.


Traducción de Elisabeth Romero O’Connor.

Imagen: Adolph Menzel, Blick aus einem Fenster in der de: Marienstrasse (Berlin), 1865.

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