El
maizal por la tarde (II)
El maizal por la tarde toca
el cielo.
Te tiendes en el suelo y
alargas la mano;
esperas que las nubes rocen
tus dedos, que se enreden
las nubes en las uñas, que
penetren
las nubes en los huesos y
corran por tu sangre.
Vuelo y reposo. Asciendes
y no dejas la tierra, nunca
olvidas
el aroma del musgo, esos
tonos
con que se pinta el barro
mientras se pudre.
Hay días en que estamos
seguros
de poder desvelar el enigma.
No ascendemos y el maizal
nos engaña
o nos alienta o nos
consuela.
Tal vez en un principio
fuimos árboles.
He aquí mis ramas y mi copa
diminuta,
el tronco sin raíces. No me
alimento
de la tierra. No asciendo
hasta rozar las nubes.
El maizal por la tarde nos
devuelve
la olvidada nostalgia.
Traducción: Alejandra
Burguillos Rasero.
Imagen: John Steuart Curry, Kansas Cornfield, 1933.
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