Descaminado, enfermo,
peregrino,
en tenebrosa noche, con pie
incierto,
la confusión pisando del
desierto,
voces en vano dio, pasos sin
tino.
Repetido latir, si no
vecino,
distinto oyó de can siempre
despierto,
y en pastoral albergue mal
cubierto
piedad halló, si no halló
camino.
Salió el Sol y, entre
armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce
saña
salteó al no bien sano
pasajero.
Pagará el hospedaje con la
vida;
más le valiera errar en la
montaña
que morir de la suerte que
yo muero.
Imagen: Carl Julius von
Leypold, Árboles en el claro de luna, 1824.
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