¿Por
qué me has abandonado?
Por si no hay otra vida
después de ésta
haz de modo que sea una
injusticia
nuestra aniquilación; de la
avaricia
de Dios sea tu vida una
protesta.
Que un anhelo sin pago así
nos presta
y envuelto de su luz en la
caricia
el dardo oscuro que al dolor
enquicia
en la raíz del corazón
asesta.
Tu cabeza, abrumada del
engaño
en la roca descansa que fue
escaño
de Prometeo, y cuando al fin
te aplaste
la recia rueda de la impía
suerte,
podrás, como consuelo de la
muerte,
clamar: "¿por qué, mi
Dios, me abandonaste?"
Imagen: Jules Bastien
Lepage, Diogène, 1873.
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