Ya de mis quietos días el
sereno
cielo se va turbando y, con
sosiego,
en el alma se enciende un
nuevo fuego
que me consume dulcemente el
seno.
Recoge, corazón, recoge el
freno
y a más sano lugar te vuelve
luego,
pues que de amor el más
sabroso juego
está con hiel templado y con
veneno.
Al sospirar y al llanto
triste y laso,
a oscura luz y a noches
congojosas
no tornes, ya que miras
libre al cielo.
Huye a los ojos bellos,
cierra el paso
al vano desear y a
mentirosas
esperanzas, y cércate de
hielo.
Imagen: George Frederick Watts, Love and Death, 1901.
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