En el Puente de Westminster
La tierra nada tiene más
hermoso
que mostrar, e insensible
ser debiera
quien no prestara su atención
a vista
tan enternecedora y
mayestática.
Ostenta la ciudad –como un
vestido-
la belleza del día en sus
comienzos;
silenciosos, desnudos,
barcos, torres,
cúpulas, templos y teatros
yacen
abiertos en los campos a los
cielos;
todos brillan y lucen en el
aire
y nunca el sol bañó en su
luz primera,
con tanta maravilla, valles,
rocas
o colinas. No vi ni sentí
nunca
tan absoluta calma; el río
brilla
a su dulce albedrío. ¡Cielo
santo!
¡Hasta parece que las casas
duerman!
¡Y el corazón, tan fuerte,
yace inmóvil!
Traducción de Ramón
Sangenís.
Imagen: Giuseppe de Nittis, Westminster,
1878.
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