Recordando la luz
de un verano
Antaño, cuando joven, cuando
aún ni el otoño
–un incendio ominoso- ni el
invierno existían,
la luz de la mañana, la
umbría de mi higuera,
el amor y la noche, el soplo
de la brisa,
la pena del silencio, la
cárcel del olvido,
el dolor y la muerte, eran
solo alegría.
Ahora frías manos de un
viento enfebrecido
me llevan con las hojas,
retazos de la vida,
hasta las altas cumbres
envueltas en la bruma
donde el taimado tiempo
entona su elegía.
Y el corazón medroso no cesa en su lamento.
Imagen: Max Slevogt, Sommer. Haus Garten, 1912.
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