Ítaca
Alguien cruza la calle.
El cielo es un telón
ardiente
ante el que peregrinan voces
de actores que improvisan la
existencia.
Al fondo un viejo barco
y el mar como un espejo
borroso en su dorada
superficie.
Cómo se enciende la tarde.
Cómo se apaga el día.
Encender y apagar no son
actos simultáneos
sino correlativos, una cosa
tras otra,
un ordenado discurrir del
tiempo.
El sol se fue y la luna
llega para irse
cuando seque sus lágrimas el
aire.
Los pájaros se fueron
como se van también los
nombres
y los recuerdos, breves
destellos que también el
aire apaga.
El que se fue ya no es el
que regresa
porque no se renace cada
día.
Deprisa, más deprisa, dice
el tiempo.
Se deshace la carne y solo
queda
el herrumbroso alambre del
soporte.
Por eso cuando Ulises
regresa no es Ulises,
solo es alguien que cruza
por la calle,
una breve inquietud,
un infinito desaliento,
una raída sombra,
esa sombra fugaz apenas
presentida
ahí fuera, detrás de los
cristales
de la ventana.
Traducción de Valeriano
Pastore.
Imagen: Claude Lorrain,
Ulysse ramène Chryséis à son père, 1644.
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